Dar y Recibir Amor, Luz y Alegría

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Una historia para Navidad y para todo el año

El Padre Arnoldo quería que los estudiantes de filosofía y teología formaran un grupo de la asociación San Vicente de Paúl para ayudar a los pobres. Lo que indujo a nuestro Fundador a introducir esta práctica fue la consideración de que nuestros cohermanos en las misiones a menudo tendrían que tratar con los pobres.

Al menos debían tener una cierta comprensión de las necesidades de las clases más pobres de nuestra sociedad. El fundador también introdujo conferencias habituales para los pobres. Busco? a las familias pobres y necesitadas de Steyl y los alrededores y elaboro? una lista con sus nombres. A cada estudiante se le asignaban algunas familias. Después, antes de la ordenación, los teólogos eran enviados de dos en dos durante su tiempo libre para visitar a los pobres, al igual que nuestro Salvador había enviado a los apóstoles. Para hacer donaciones más grandes a los pobres, como ropa de cama, ropa de vestir o dinero, se necesitaba el permiso del ecónomo o de algún otro administrador.

En los casos especialmente graves, se podía incluso recurrir al mismo Fundador en busca de ayuda. Por supuesto, se esperaba que los teólogos encontraran otros bienhechores fuera de la comunidad. Podían disponer libremente de todo aquello que les dieran los bienhechores. Una vez al mes todos los que estaban comprometidos en ayudar a los pobres tenían que asistir a una conferencia que el propio fundador presidia siempre que era posible. Cada uno estaba obligado a informar sobre sus actividades, sus éxitos y fracasos, así? como de otras experiencias que pudieran ser útiles para el cuidado apropiado de la comunidad.

El Fundador les recordaba repetidamente a los teólogos los efectos de dicha actividad caritativa: Observar y comprender la miseria y las carencias; encontrar nuevas formas de acercarse a gente completamente extraña a través de la ayuda que les daban. De esta manera los estudiantes aprendían a llevar amor, luz y alegría a la vida de los pobres. Y esto tendría también un efecto sobre ellos mismos, pues llevar alegría a la vida de las personas tristes te hace ser una buena persona. Según la definición del P. Arnoldo: “Es una buena persona la que sabe cómo alegrar unos ojos tristes.”

En el encuentro con los pobres podemos dar, pero también podemos ser receptores. Lo que recibimos en nuestro encuentro con los pobres podemos compartirlo con aquellos con los que nos encontramos cuando regresamos. Los pobres a menudo nos hacen regalos especiales, que son demasiado preciosos como para guardarlos para uno mismo. El dador de todo lo bueno, Dios mismo, sabe la razón de que los pobres puedan ser tan generosos al compartir regalos que no se pueden comprar. La invitación para la Navidad y para todo el año es experimentar uno mismo el amor que se da y que se recibe, y permitir a otros hacer lo mismo.
En el año jubilar de la misericordia podemos orar como el P. Arnoldo oraba al Sagrado Corazón: “Danos el coraje y el entusiasmo para pasar nuestra vida al servicio de la buena noticia del amor. Ayúdanos a seguirte con fidelidad y ser testigos entusiastas de esa buena noticia” Se podría añadir: No sólo con palabras, sino, de una manera sencilla, con todo nuestro ser. Que todo nuestro ser irradie amor y alegría. Amén.

¡Una bendita Navidad y Paz para todo el Nuevo Año!

Heinz Kulüke y Equipo de Liderazgo

[Un agradecimiento especial a Jurgen Ommerborn por compartir esta historia y al Hno. Clemens Janssen por el poster.] Traducido al ESP por el P. Pedro de Dios Martin.